Mi nombre es Camilla Fabri, soy mujer, madre, esposa y lucho cada día por la verdad y la justicia.
Mi persona es objeto de odio, discriminación, difamación e incitación al odio desde hace dos años, pero hoy me gustaría hacer una reflexión sobre “el miedo”.
El mundo de hoy nos sorprende con manifestaciones de odio que se creían superadas; cambiando sus formas y velocidad, lamentablemente ganan más y más fuerza.
De hecho, el odio encuentra nuevos trucos de lenguaje para esconderse de los ojos de las personas. En esta dinámica, el discurso del odio juega un papel central. El lenguaje, participa en la construcción y alimentación de los prejuicios. Y al hacerlo, afecta significativamente la percepción social.
Basta de odio
El discurso de odio hacia las mujeres se expresa mayoritariamente en forma de cosificación, degradación y despersonalización. El punto de no retorno se alcanza cuando quien odia se siente amenazado por lo diferente de sí mismo y quien ya es odiado, sufre una desvalorización y llega a su des-humanización.
Todo esto tiene como origen y destino “el miedo.
Esta carta la escribo a quienes como a mi han intentado hacer que sintamos miedo, a quienes creen en la solidaridad y que un mundo mejor es posible, a quienes dudan de expresar su pasión para no ser atacadas, a quienes quieren engañar los medios de comunicación hegemonicos, a quienes son desvalorizadas por perfectos desconocidos, a ustedes les digo, no se dejen.
No nos dejemos, no callemos nuestra opinión, no dejemos de ocupar espacios, de progresar, de aprender, de estudiar, de discutir, de ejercer, de amar sin juicios. Seamos mujeres libres, estudiantes, ejecutivas, ingenieras, políticas, astronautas, madres, diseñadoras, futbolistas, artistas, abogadas… seamos, crezcamos, participemos.
La verdad descompone al miedo.
El discurso de odio es violencia, no más violencia contra las mujeres.